Durante varias décadas el Mar Menor viene recibiendo vertidos de materia orgánica, lodos y fertilizantes en cantidades superiores a las que hubiese sido capaz de metabolizar satisfactoriamente. Las vías de entrada de estos materiales en la laguna han sido los flujos espontáneos de aguas superficiales y subterráneas, y también canalizaciones artificiales procedentes del tratamiento de aguas para riego y de colectores de aguas residuales... En general, el desarrollo económico iniciado en la segunda mitad del siglo XX, solo ha valorado los factores medioambientales en sus justos términos a medida en que el deterioro de los ecosistemas ha empezado a afectar de forma directa a las actividades productivas, de forma que la íntima relación entre ambos aspectos se haya hecho evidente con toda crudeza. Es lo que sucede en el Mar Menor y territorios adyacentes, cuyos procesos acumulativos de eutrofización y anoxia amenazan seriamente al turismo y a la pesca, y ponen a la agricultura en entredicho.
El debate público entorno a la problemática del Mar Menor necesariamente ha de implicar contenidos de naturaleza cultural y política, pero estos no deberían restar peso a aquellos aspectos técnicos, tanto ecológicos y económicos como sociales, cuya adecuada percepción y valoración permitieran diseñar e implementar las estrategias más eficaces. De momento las propuestas correctoras que más repercuten y trascienden presentan un marcado carácter restrictivo y/o requieren cuantiosas inversiones. Así se podría estar reforzando la idea de que economía y calidad ambiental sean opciones contrapuestas, de forma que no resultaría posible disfrutar de altos niveles de renta y disponer a la vez de ecosistemas sanos y equilibrados, ni al contrario. Esto no solo es radicalmente falso, es que además queda refutado de la forma más contundente por la propia dinámica del caso que nos ocupa: hablamos de la repercusión económica y social de un problema medioambiental grave, lo que de forma inequívoca sitúa la cuestión en sus justos términos... En adelante, al menos en el entorno de esta laguna y en su marco geográfico asociado, la conservación y la restauración de los ecosistemas ya habrían de ser consideradas como condiciones de soporte para un correcto funcionamiento de los procesos productivos, y de los sistemas económicos y culturales.
La problemática del Mar Menor puede ser considerada como un ejemplo anticipado y localizado de situaciones de crisis ecosistémicas, y a la vez económicas, que se sucederán en el futuro inmediato a diferentes escalas por todo el planeta. Aplicar en la práctica las soluciones relativas a esta laguna litoral requeriría adquirir por anticipado las capacidades técnicas necesarias para afrontar otras muchas situaciones de estructura similar. Sin duda lo que viene sucediendo y sucede en el Mar Menor es un grave desastre medioambiental, pero poniendo las cosas en positivo plantea a la vez un reto formidable: permitiría configurar un campo de experimentación privilegiado, capaz de suministrar datos de relevancia global y de convertirse en una decisiva fuente de oportunidades para el Campo de Cartagena, la Región de Murcia y todo el Sureste de España...
Ecology4Economy
El debate público entorno a la problemática del Mar Menor necesariamente ha de implicar contenidos de naturaleza cultural y política, pero estos no deberían restar peso a aquellos aspectos técnicos, tanto ecológicos y económicos como sociales, cuya adecuada percepción y valoración permitieran diseñar e implementar las estrategias más eficaces. De momento las propuestas correctoras que más repercuten y trascienden presentan un marcado carácter restrictivo y/o requieren cuantiosas inversiones. Así se podría estar reforzando la idea de que economía y calidad ambiental sean opciones contrapuestas, de forma que no resultaría posible disfrutar de altos niveles de renta y disponer a la vez de ecosistemas sanos y equilibrados, ni al contrario. Esto no solo es radicalmente falso, es que además queda refutado de la forma más contundente por la propia dinámica del caso que nos ocupa: hablamos de la repercusión económica y social de un problema medioambiental grave, lo que de forma inequívoca sitúa la cuestión en sus justos términos... En adelante, al menos en el entorno de esta laguna y en su marco geográfico asociado, la conservación y la restauración de los ecosistemas ya habrían de ser consideradas como condiciones de soporte para un correcto funcionamiento de los procesos productivos, y de los sistemas económicos y culturales.
La problemática del Mar Menor puede ser considerada como un ejemplo anticipado y localizado de situaciones de crisis ecosistémicas, y a la vez económicas, que se sucederán en el futuro inmediato a diferentes escalas por todo el planeta. Aplicar en la práctica las soluciones relativas a esta laguna litoral requeriría adquirir por anticipado las capacidades técnicas necesarias para afrontar otras muchas situaciones de estructura similar. Sin duda lo que viene sucediendo y sucede en el Mar Menor es un grave desastre medioambiental, pero poniendo las cosas en positivo plantea a la vez un reto formidable: permitiría configurar un campo de experimentación privilegiado, capaz de suministrar datos de relevancia global y de convertirse en una decisiva fuente de oportunidades para el Campo de Cartagena, la Región de Murcia y todo el Sureste de España...
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